Regando las penas, llorando las flores

Sobre el libro

«Dime qué es de tus flores, llorona.

Qué pasó con tus lágrimas,

a dónde fueron,

quién las acunó.

Dime por qué te encuentro en mi reflejo, llorona».

¿Qué sería del mundo sin poesía? ¿Qué sería de la literatura universal sin Lorca, Miguel Hernández o Alejandra Pizarnik? Nuestra realidad, sin duda, sería más oscura. Más cerrada. ¡Tantas voces calladas! Por suerte, cada día nacen grandes poetas. Quizá algunos no lleguen a ser nunca conocidos, y sus versos se queden cogiendo polvo en un cajón. Pero hay otros, muchos, que alzan su voz alto y claro. Una voz que resuena más allá del papel. 

La voz de Sara Gil Ballestar es elegante, melódica, firme. Una voz que sigue el rumbo de una generación marcada por la pandemia, las nuevas tecnologías y la vulnerabilidad psicológica. Una generación empática y comprometida con las injusticias. Por eso, el poemario Regando las penas, llorando las flores es sinónimo de revolución. En todos los sentidos. 

La poesía nos ha acompañado desde los confines de la Historia para describir el mundo. A través de sus versos, los poetas han logrado desvelar pequeños retratos de la realidad, denunciando y ensalzando a partes iguales. Y Sara lo tiene claro: «quiero ser revolución. Revolución y emociones a flor de piel. Quiero no callarme nada y dar cabida a todas las emociones, que todas tengan un verso en el que florecer. Quiero poder decir todo cuanto siento. Quiero suponer un cambio». 

Sobre la autora

Pero… ¿quién es Sara Gil Ballestar? Nacida en Castellón, esta joven de 18 años tiene ganas infinitas de comerse el mundo, y  de luchar a favor de las causas sociales. Sus versos son también un canto al amor, al propio y al ajeno. Aunque reconoce que todavía «estoy en plena construcción, con muchísimas aspiraciones y necesidades, porque empecé con la poesía de una forma totalmente ingenua hace unos años y, en pleno confinamiento, me di cuenta de que era todo lo que quería en mi vida». 

Su sueño es dedicarse profesionalmente a la poesía, y a juzgar por la calidad de sus textos, no parece un objetivo difícil de lograr. Todavía tiene un largo camino por recorrer, por eso ha decidido cursar el grado de Filosofía, una manera de entender el mundo que le rodea. Y poder escribir sobre ello. 

Sara es hija de su tiempo, una época difícil que, como tantas otras, tiene sus propios retos. Junto a las nuevas voces de la poesía, la de Sara comienza a resonar fuerte. «Escribo porque, de una forma u otra, necesitaba gritar todo lo que callé. Soy Sara Gil Ballestar y no me puedo concebir sin la poesía».

Por qué apoyar el libro

De pequeña, Sara visitaba el jardín de su abuela. Allí comprendió el valor de las flores y descubrió su fuerza pese a la aparente fragilidad de sus pétalos. «Siempre decía que quería ser como ellas y mi abuela me contestaba que lo fuera». Por eso, cuanto tuvo que poner título al poemario que ahora presentamos, no hubo dudas: «estas nunca se estancan sino que florecen o marchitan, abrazan y dan la bienvenida a todos los cambios». 

Los versos que componen Regando las penas, llorando las flores no dan respuesta a las injusticias sociales, pero abren interrogantes a golpe de rima. Los podrás leer en orden o en desorden, buscando inquietudes o perdiéndote entre sus páginas. Para disfrutarlos leyendo en el metro, entre las sábanas desordenadas, en el mar mientras escuchas el sonido de las olas rompiendo, o en una biblioteca cerca de casa. Saboreando cada poema como quien bebe un sorbo de café por la mañana.  

Sara te invita a sumergirte en la belleza delicada de la escucha, para conocerte mejor a ti mismo y quizá, solo quizá, tomar un bolígrafo para empezar a escribir en papel lo que llevas tanto tiempo sintiendo. Es la magia de este libro, que cada poema inspira, se queda contigo, imaginas, divagas. Sientes. 

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