En la Axarquía malagueña, a mitad de camino entre al cielo y el mar, entre las lomas de la Sierra y un bello paisaje de acantilados mediterráneos, encontramos un pequeño y precioso pueblo llamado Sayalonga. En él, un matrimonio de holandeses, Clara y André, hace ya casi 20 años tuvieron una visión. Amantes del buen vino y rodeados de viñas centenarias, con el paso del tiempo su idea visionaria se ha ido haciendo realidad, y hoy esta realidad se llama Bodegas Bentomiz.
Elaboran la familia de vinos Ariyanas: blanco seco afrutado y sedoso, tinto seco inusual y aterciopelado, y dos naturalmente dulces que son un caramelo hecho vino, la mezcla perfecta entre acidez y mágica dulzura.
Pero la historia que vamos a contar es la de su tinto dulce. Clara y André querían elaborar un vino que maridara con postres de chocolate y tras algunas pruebas con diferentes variedades se decidieron por la Merlot, y por elaborar un vino tinto naturalmente dulce. En su primera añada hacen una tirada corta, «de prueba», que catan con sus mejores amigos para intercambiar impresiones… Sus dulces taninos, su carácter fresco, ligero y divertido, su persistencia y su untuosidad propiciaron el alargamiento de la velada hasta altas horas. Y el vino, gustó mucho… gustaron varias botellas…
Nueve meses después de aquel momento nace el primer ahijado de nuestro matrimonio holandés. Por supuesto, los padres del bebé son sus compañeros de cata de aquella noche, que deciden llamar a su hijo David. En ese instante había que ponerle nombre al vino; qué fácil debieron tenerlo Clara y André… Ariyanas David.
¿Y si algún día se cruzaran los caminos de Cayetana y David?