«Acaso un mal entendido»

Era una de las primera veces que utilizaba el AVE para ir de Madrid a Sevilla. Aguardó hasta la primera parada para dirigirse al restaurante donde ya se encontraba un buen número de personas. Se sentó y al poco tiempo un camarero le preguntó amablemente que deseaba tomar. Mientras anotaba el pedido, en la mesa de al lado dos chicas terminaban su comida y saboreaban sendos cafés americanos a la vez que mantenían una acalorada conversación.
El camarero se acercó a la mesa de las chicas, le retiró los platos, y colocó, quizás de forma involuntaria, en la bandeja uno de los teléfonos móviles que se encontraba tapado por una servilleta. 
Sin más, todo transcurrió con normalidad, hasta que un rato después se levantaron para ocupar nuevamente sus asientos. Diez minutos más tarde, entró nuevamente en el restaurante una de las dos chicas y dirigiéndose al camarero le preguntó si había visto su móvil, dándole detalles sobre color y marca.
El camarero, un tanto sorprendido, indicó que lo sentía pero no había visto su teléfono y no se había fijado si se encontraba encima de la mesa mientras comían.
Y entonces fue cuando nuestro protagonista se levantó, se acercó a la chica y reclamó su atención. En voz sigilosa le dijo que, justo hacía una semana, el mismo camarero se había llevado su móvil de la mesa que compartía con varios amigos.
Afortunadamente, un señor había visto el procedimiento utilizado por el astuto camarero que devolvió inmediatamente el teléfono, disculpándose por tan torpe acción.
Quizás fue un despiste o un burdo robo.