Amanece en el bosque,
nadie pasea.
Silencio.
La soledad me acompaña.
Piso con fuerza las
hojas húmedas y putrefactas.
Prolongo mis pies, desde donde
surgen raíces sobre la mojada tierra.
Algunas sirven de alimento
a la Madre Tierra o
a habitantes del submundo.
Los vigilantes observan,
algunos en silencio.
Noto sus miradas sobre mi nuca.
Otros, mediante sonidos,
comunican mis pasos a…
la siguiente atalaya.
Camino bajo árboles frondosos
que recogen sus ramas
protegiéndose del frío.
Allí, abrazados bajo la senda del río,
aceptan mis reflexivos pasos.
Desde donde
mis pensamientos vuelan,
desde donde
mis personajes me acompañan.
Allí, libres,
dialogan con los protectores.
Les escucho. Sé que me observan.
Pero no dejo de caminar.
A pesar de lo vivido, siento paz.
La madera mojada,
el río con sus pequeñas cascadas,
irrumpe ahora. Lo escucho. Relax.
Es el momento de partir,
abandonar el lugar y
volver a sentir
como el aire entra en mi cuerpo,
a través de mis narinas.
Escucho una voz, más nítida,
hasta el momento ausente.
Dirige de nuevo mis pasos.
Suena un Gong.
Mis ojos, poco a poco se abren.
En mi cara, se dibuja una sonrisa.
Shanti, shanti, shantiii...escucho.
Namasté... respondo.
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes