Dicen que no se debe hablar con los muertos, pero yo no puedo evitar hacerlo cada día. Los veo allá donde voy, están entre los demás, solo que ya no tienen alma.
Mi abuela me dice que no me mezcle con ellos. Ella sí que sabe. Fue la mujer más alegre que recuerdo. Y seguro que allí arriba lo sigue siendo.
Los que aún estamos aquí en la Tierra, hacemos lo que podemos. Algunos lo intentamos con toda nuestra fuerza, pero la vida no nos sonríe. Casi nadie nos sonríe, en realidad. Pero lo seguimos intentando.
¿Cómo distinguirnos? Es fácil, mira nuestra sonrisa. Si en ella ves un trasfondo de tristeza, o una mueca muy exagerada, como desesperada, es que estamos muertos. Aunque aún sea en vida.
Saludos Insurgentes