«Brutal»

El destello de los rayos del sol filtrándose entre las hojas de un alto fresno despertó a Pablo de su ensoñación. Poco a poco su visión fue obteniendo nitidez. Se sentó y miró a su alrededor. ¿Dónde diablos estaba? Se incorporó apoyándose en el tronco del árbol. Observó que estaba en un jardín, dentro de un cuadrado delimitado por plantas ornamentales cuidadosamente podadas.

El silencio que imperaba allá donde mirara le inquietó. Atravesó el perímetro, no sin clavarse varias ramas y acabar volcando hasta el suelo de tierra. Cruzó una zona infantil, pasó entre dos coches y pisó una carretera. Trató de ubicarse fijándose en cuanto tenía alrededor. Un conjunto de casas de color salmón llamó su atención, activando algo en su cerebro. Estaba en la urbanización donde vive Alba, su novia.

Hurgó en sus bolsillos, queriendo encontrar sin éxito su móvil o las llaves de su coche. Caminó hasta donde recordaba haberlo aparcado. Al girar una esquina ante sus ojos apareció un hombre, de rodillas sobre el cuerpo destripado de un perro, devorándolo. Asustado, dio media vuelta y corrió hasta la casa de Alba.

Como había hecho antes tantas veces, saltó el muro de la vivienda por su parte más baja, esta vez siendo de día. Trepó por el cobertizo de atrás y, aupándose, alcanzó la ventana de la habitación de Alba.

Se sentía como si hubiera hecho un esfuerzo sobrehumano cuando logró atravesar el marco. Jadeando, se levantó y allí estaba ella.

Al verlo agarró un palo de escoba con un largo cuchillo atado en un extremo. Se fijó en sus facciones. Era él, era Pablo. Pero su piel pálida, su mirada enrojecida... Ya no era él.

Entonces, él sintió como le dominaba un apetito brutal.

Entonces, ella se abalanzó sobre Pablo aferrando su arma.