Otra noche paseando por las gélidas sábanas de mi cama, donde yacía aún su aroma y mis ganas. Volviendo a la soledad del amor, que no acompaña al alivio del gentío que sentía dentro de mi cabeza, esa que no paraba quieta.Me levanté, cogí papel y boli, que era lo mejor que sabía hacer, cuando le imaginaba sin mí, paseando feliz. Y comencé a escribir la dedicatoria que le iba a poner, en el libro que había hecho con él. Era de ambos y de ninguno a la vez, ya que estaba basado en lo que pudo y no fue.Le eché con palabras que destrozaban su ser, para que así no deseases volver. Siento el daño que le causé pero necesitaba salvarme de usted. Prisionera de sus abrazos, adicta a su irrealidad, caminante sin rumbo, sola al desnudo, siempre tan tozudo, intentando que no escapase de la sombra de su mujer. Gracias, por mostrarme el amor idílico que solo en una novela se puede recoger y por darme alas, aunque solo fuesen para escapar con usted, unas horas al lugar donde los miedos son de colores y no necesitan maleta, porque la única necesidad era exhalar nuestro sentido más divino, la conexión de nuestras almas, sin prejuicios ni desvíos. Quedamos en paz, dolor, amor, pasión y sumisión, relevados a una nueva mujer que con este libro, crea sus propias alas, para ir al mundo de las letras sin dañar el alma, ni engañar a ninguna cortesana.Y no será la mejor dedicatoria de la historia y algunos juzgaran sin saber, porque solo ven lo que su reflejo les deja comprender, pero el dolor de amar a quien pertenece por ley a otra mujer, a la que no deseas perjudicar, solo yo, lo pude aprender. Lo lamento querida dama.