Llega al andén cuando el tren ya está partiendo.
Sin plaza libre de autobús ni vehículos de alquiler disponibles, saca el móvil y abre Blablacar. Busca y da con alguien.
Al otro lado, unos carteristas se reparten el botín. En uno de los teléfonos robados salta una notificación. Un delincuente la lee y tiene una idea.
—Parece que el dueño de este móvil bajaba a Valencia hoy.
—¿Y qué?
—Pues que una tía ha contestado y quiere que la lleve.
—No va a poder.
—Pero nosotros sí…
«En media hora nos vemos en la estación». Cuando lee la respuesta se muestra aliviada. Mientras espera, revisa las reseñas del conductor: servicial, encantador, culto,…
Llega el coche y, tras una señal, se dispone a subir. Al hacerlo se da cuenta del resto de ocupantes.
—Pensaba que íbamos solos… —dice mientras su pituitaria percibe olor a porro.
—¿Estos? Amigos que se han acoplado.
Se queda en silencio, intuyendo problemas: demasiada información contradictoria. Afuera, la salida de la autopista nunca llega. El coche se incorpora a una carretera nacional.
—¿Por dónde vamos?
—Es para evitar peajes.
De improviso el coche accede a terreno pedregoso. Empieza la fiesta, piensa, y salta en marcha. Da varias volteretas, se levanta ilesa y entra con rapidez en el bosque. El trío corre tras ella. Se hace el silencio. De repente, una piedra vuela hasta la frente de uno de ellos que cae desplomado. Más silencio. Los dos perseguidores empiezan a andar despacio y, tras unos minutos, escuchan que el coche se pone en marcha.
Cuando toma la salida de la autopista recibe una llamada:
—¿Preparada para el juicio de mañana?
—Creo que sí.
—Espero que nadie la cague con las declaraciones. No es una tontería. Os juzgan por la muerte de un sospechoso durante una persecución.
—Uno menos.
El giro final es brutal!
Enhorabuena
Saludos Insurgentes