Antes de ganar una Estrella Michelín por su puesto de comida callejero en Bangkok, Supinya Junsuta fue costurera. Le gustaba coser y disfrutaba haciéndolo, hasta que un incendio arrasó con su cotidianeidad, y tuvo que construirse otra. Fue entonces cuando decidió ponerse frente a los fogones, donde ha pasado buena parte de su vida cocinando, pero también tomando decisiones, aparentemente insignificantes, como la que le ayudó a dar el gran salto: comprar ingredientes de calidad para diferenciar sus platos de la competencia.Ahora, su tortilla de cangrejo puede considerarse la más famosa del mundo, pero, en realidad, entre sus comienzos y la llegada de uno de los reconocimientos más prestigiosos para cualquier cocinero, han pasado muchos años. Junsuta, o Jay Fai, como se la conoce en los círculos gastronómicos por el nombre de su restaurante, tiene setenta y muchos años, y piensa seguir al frente de su puesto para siempre.Igual que ella, cientos, miles, millones de mujeres de todos los tiempos y lugares cuentan historias que inspiran y alientan la nuestra propia. Como la de la científica de Premio Nobel que tuvo que recurrir a los abuelos para conciliar; la escritora que aterrizó en un país extranjero sin saber el idioma y realizó trabajos de lo más diversos antes de ser conocida; la emprendedora social que se reencontró con su jersey donado a la beneficencia a miles de kilómetros de su casa; o la triunfadora de orígenes humildes.Biografías repletas de momentos clave, avances, retrocesos y episodios varios; un puñado de puntos que, unidos, siempre dan algún tipo de sentido a lo vivido. Constelaciones todas ellas, todas nosotras.