«Disculpe»

Disculpe, está usted en mi asiento, el 365. 
Creo que se equivoca, este es el 256. El que usted busca se encuentra en el siguiente vagón.
He de reconocer que últimamente ando distraído pero es que el trabajo en el hospital estos días ha sido enorme; hacía tiempo que no recordaba tantas amputaciones y sangre, casi que era como aquella vez de la guerra. Qué horror, ojalá que eso nunca vuelva, pero quién sabe.

Este seguro que sí que es, estoy viendo desde aquí el 365. El número está escrito en una cursiva muy elegante.
Aquí estás tres cinco siete. Me siento y tal como me quito el sombrero y el abrigo aparece una mujer y me pregunta si ese es mi asiento.
Claro que lo es, estoy en mi asiento el 356.
¿Seguro? Fíjese bien, me dice con un tono muy amable y cariñoso. Es de agradecer en estos tiempos me digo para mis adentros.
Disculpe, es que este es mi asiento, lo tengo aquí escrito en el billete ¿ve? 356 y estoy en el 356. Estoy ya nervioso, parece que todo el mundo me juzga ¿quién se creen que soy? está bien que sea mayor, pero tampoco tanto, hace ya dos o tres que me jubilé.
La mujer, al ver que me estoy poniendo nervioso ha decidido dejarme tranquilo y se ha sentado detrás. Me ha vuelto a sonreír.

Papá, te dije que no te separaras. Esta es la frase que oigo a mi izquierda y un chico con cara de preocupación me mira con lágrimas en los ojos diciéndole al vagón perdón, perdón. ¿Quién es este? Me esta cogiendo del brazo, él sigue pidiendo perdón, pero me lleva, tengo miedo.

Disculpen, es que tiene Alzheimer, está así los 365 días del año.