Llevaba tanto tiempo esperando este momento que sentía que me desmayaba. A la vez, me convencía de lo anticuada que estaba esa escena.Tenía que ser fuerte, al fin y al cabo, tan solo íbamos a hablar, y quién sabe si a cambiar nuestras vidas para siempre.La cita transcurrió con normalidad, sin sobresaltos, sin elevar la voz por encima del resto del café donde tomamos nuestra merienda rutinaria. Lo más difícil de ese momento fue evitar que Marco escuchase el latido de mi corazón y no se diese cuenta de cuan nerviosa estaba.¿Qué tal ha ido el día, cariño? -pregunté a Marco, acariciando su mano con suavidad.Bien amor –contestó sin dejar de mirar a la pantalla del smartwatch.¿Estas bien, estás esperando alguna llamada o algo? –era evidente que sí.Conversación banal, sin sentido. Muestras de cariño forzadas, aderezadas con un presentimiento en la boca de mi estómago.Voy al baño cariño –se levantó Marco de un salto, dejando su chaqueta medio colgada de la silla.Me levanté de mi asiento, la coloqué con cuidado en el respaldo y recogí una tarjeta del suelo.‘Hotel Europa. Habitación 34’.¿Nos vamos Nuria? –apareció Marco por mi derecha, cogiendo su chaqueta y revisando su bolsillo interior.Si –asentí con la cabeza y sin el alma en el cuerpo.Atravesamos la puerta y nos dirigimos al coche. Pero decidí parar en la esquina de la farmacia. Cogí a Marco de la mano, empujé su cuerpo hacia mí y le besé, aspirando su olor a miel para no olvidarlo jamás.Cariño, me tengo que ir. Luego en casa nos seguimos dando cariño.Nunca hubo un ‘luego’, un ‘para siempre’, un ‘nosotros’. Nunca le di el anillo que nos uniría para toda la vida.
