Mei era maravillosa, las chicas chinas son maravillosas, no son como las de aquí ni por asomo. Son de otra forma, mucho mejores y no me refiero solo a lo físico, que también, sino en la forma de ser. Las chicas chinas, ¿Cómo explicarlo?... son radiantes, y te transmiten una energía positiva y una buena onda inigualable. Es como algo sobre natural, son incomparables, sobre todo con las chicas de aquí del barrio. Solo la conocía de vista, íbamos al mismo instituto, pero yo nunca había hablado con ella ni nada. Fue años más tarde cuando la conocí. Un día estando con mi amigo Fali en el parque conversando salió el tema, hablábamos de chicas y me acordé de esa china tan guapa. Él iba a su clase, entonces me dijo que se llamaba Mei y que sus padres tenían una tienda cerca del barrio, él había ido a veces a comprar y ella mismo le había atendido en ocasiones.
—Algunas veces está ella sola despachando —me dijo.
—¡Hostia, tú! Vamos y me la presentas, ¿Sabes? Siempre he querido tener una novia asiática.
—Pues vamos, además de estar buenísima es simpática.
Cuando lleguemos a la tienda nos quedamos en frente un rato. Yo no me decidía a entrar.
—Venga, niño entra ya —gritó Fali alzando el brazo.
—Ven tú y me la presentas.
—¿Yo? ¿Pa qué? Venga, ve y entra ya de una vez, Toni.
—Yo sólo paso. ¿Y qué le digo?
—Pues te presentas.
—Sí, venga por la cara, ven tú y me la presentas que ya la conoces.
—Que no, que me tengo que ir ya.
Antes de irse me quitó la gorra, salió corriendo hacia la tienda, se paró en la entrada y agachado lanzó la gorra dentro del establecimiento. Fui a por él pero se marchó rápidamente riéndose como un idiota.
Entré en la tienda, Mei estaba leyendo un manga. Agradecí que estuviera envuelta en la lectura. Recogí la gorra del suelo. Avancé por el pasillo, cogí una botella de té y una bolsa de patatas. Fui al mostrador.
—Hola, buenas —dije sonriendo.
Me correspondió de forma melosa, me fijé en el manga que estaba leyendo. Era de Doraemon. Pensé en pedírselo prestado, así tendría algo suyo, algo que nos vinculara y una escusa para mantener contacto con ella.
Entró una mujer con una niña de la mano.
—¡Hola, guapa! —dijo la niña echándose sobre el mostrador mientras yo contaba calderilla.
Los niños son así de espontáneos, ponen atención en todo lo que les rodea, se fijan en lo que destaca y hablan con sinceridad. Son cualidades que vamos perdiendo conforme crecemos.
—¡Hola! ¿Qué quieres guapísima? —le contestó Mei.
La niña le fue pidiendo una serie de chucherías con parsimonia mientras observaba los estantes, entre tanto Mei le daba conversación preguntándole cosas personales.
Risueño comencé a darle conversación mientras me cobraba. Pensé en invitarla a salir, pero ella se me adelantó y pocas horas después estábamos cenando con su familia celebrando el año nuevo del conejo.
«El año del conejo»
500 palabras
4 minutos
14 lecturas
Reto creativo
«El año del conejo»
Imagina una historia de amor que se desarrolla en un contexto relacionado con la celebración del año nuevo chino
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