«El chico del tren»

El chico del tren

Ese sonido tan familiar retumbó en mis oídos. Corrí, exprimiendo la última gota de aliento que me quedaba en el cuerpo. Creí que no lo conseguiría. Aún me quedaba subir las escaleras, además de pegar un salto en la elevación del tren. Anabel sujetaba la puerta intentando ganar unos segundos. Entré casi cayendo al suelo y el tren comenzó a moverse. Una escena demasiado teatral para ser las ocho de la mañana. Todo el mundo empezó a aplaudir y vitorear. Mi amiga realizó una leve inclinación sin defraudar a las masas. Yo, en cambio, me morí de vergüenza, tapándome la cara y buscando a Sara y Marina. Las muy cachondas, estaban muertas de risas.
    - Sí, sí. Vosotras reírse, que ya me reiré yo en una de vuestras ridículas caídas.
    - Sofía, no te pongas así, tonti – me suavizó Sara –. Desde fuera ha tenido mucha gracia. Estaba todo el tren expectante.
    - Hasta estaban haciendo apuestas de si lo conseguirías o no – informó Anabel, llegando después de haber comentado la hazaña con la mitad de los allí sentados.
    - ¡Qué barbaridad! - me quejé.
    - Esto va a ser viral en Instagram – se volvió a reír Sara imaginando lo ocurrido unos minutos antes.
    - Por dios… ¿lo ha grabado mucha gente? - me preocupé.
    - Yo no he visto nada – pensó Anabel –. Estaba más pendiente de ti que de los demás.
    - Oh. ¡Qué bonito te ha quedado! - le agradecí con la mirada.
    -Creo que algunos amigos de tu hermano – pensó Marina recordando.
    - Me las pagarán después – hice mi mueca malévola (cejas fruncidas y morro apretado).
    - Ah, y aquel chaval de allí – señaló disimuladamente.