«El crimen perfecto»

Lo único que veía entre las llamas de la hoguera era la desesperación en aquellos ojos esmeralda. Unos ojos que me miraban con inquietud, esperando encontrar una vaga señal de tranquilidad en mi mirada. Pero no fue así. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, el miedo me consumía. Nuestro objetivo no era, ni de lejos, pasarlo bien en la hoguera, estábamos allí con un solo propósito: confirmar una coartada.
Cometer un crimen justo la noche que más personas se concentran en el parque tiene sus ventajas. Una ventaja es que todo el mundo sabe de tu presencia, y a nadie se la pasa por la cabeza la posibilidad de que acabes de volver de cometer un terrible asesinato, y el cadáver esté convirtiéndose en cenizas frente a todos. Pero la verdad siempre engaña, nada es lo que parece. Aquí todos parecen felices, y me gustaría saber cuánta gente ha estado derramando lágrimas durante el día, ha terminado una relación, o ha tenido un accidente, o ha sufrido una desgracia… Lo dicho. No lo parece, pero la gente disimula mejor de lo que cree.

—Solo treinta minutos más— pensé. — Media hora, y lo único que quedarán serán los restos de la hoguera y un mal recuerdo, será como si nada hubiera pasado. La gente recordará la maravillosa noche de San Juan como la de cada año. Nada nuevo. Nada fuera de lo normal.

Me gustaría pensar cuántos crímenes pasan desapercibidos a diario. Me gustaría saber cuántos asesinos arrepentidos siguen andando por ahí, y nunca se llega a saber nada. Eso es, y siempre será un misterio.

Al final, por suerte o por desgracia, nos salimos con la nuestra. Lo único de lo que estaba seguro, era que no olvidaría esa noche nunca jamás.