«EL ENCUENTRO»

Cada mañana Sofía espera el bus para ir a clase de yoga. Sofía es paciente. Gracias a ello, encontró a Mario, un estudiante de derecho que como ella intentaba sacar el mejor expediente académico, y como ella aspiraba a un puesto en el mejor despacho de abogados de la capital. Durante cuatro años coincidió con él en cada asignatura y compitió por cada matrícula de honor posible, consiguiendo no solo el mejor expediente de la promoción, sino que finalmente Mario se fijará en ella y olvidará su obsesión por los libros para perderse en sus ojos, como a él le gusta bromear. De eso hace más de 20 años y desde entonces no se han separado. Nada más licenciarse, buscaron trabajo y como es lógico ambos lo consiguieron rápidamente. Ambos hicieron entrevistas, ambos tuvieron ofertas. Su primer salario. Es curioso, el de Mario duplicaba la cifra de Sofía.Es por ello, que cuando a Mario le ofrecieron promocionar en el despacho y viajar a otro país, Sofía no dudó en dejar su carrera profesional y acompañarle de un sitio a otro en sus continuos destinos. Y poco a poco, se fue haciendo dependiente de él, de sus amistades, de sus viajes, de su dinero y fue dejando las ilusiones y los anhelos de juventud aparcados. Se olvidó de ella misma. Se perdió. Hasta ayer, hasta ese mail en que le contestaban a su solicitud de trabajo en una ONG.Por eso hoy, en la parada del bus, sonríe como una adolescente de 40 años, mientras siente la quemazón del billete en la mano. Sube al autobús y deja pasar las paradas, incluida aquella en la que se suele bajar y sigue. Ya en la última parada se apea, respira hondo y camina hacia el aeropuerto, desapareciendo entre la gente. Encontrándose.