En el nuevo mundo, los momentos álgidos protagonizados por las pocas personas que aún quedaban tomaban vida a través de distintas tonalidades; de esta manera, los paisajes, los fondos e inclusos las propias personas variaban su tono en función de la intensidad de sus sentimientos. Aquella escena adquirió un tono «gris tristeza», como lo denominaron los creadores de este insólito universo.
—Ojalá pudieras ver con mis ojos las cosas maravillosas que yo soy capaz de ver.
—Ahórratelo —replicó desafiante, acercando el índice a escasos centímetros de su pecho.
El rostro del joven pelirrojo denotaba estupefacción. Diez meses sin ver a su amigo debido a aquel vuelco inesperado del mundo y reaccionaba de aquella manera tan hostil.
Y continuó sin retirar su dedo: —Solo quieres sentirte dichoso al transmitirme algo que tú has podido conseguir, pero que yo no he sido capaz de hacer. —Trataba de contener sus lágrimas mientras sentía insoportables punzadas en su estómago.
El chico pelirrojo rodeó a su amigo con el brazo.
—Desahógate. Yo también creí que me hundía cuando vi perecer a mi hermano bajo el lodo, a mi esposa desaparecer en un túnel que mi mente aún no alcanza a comprender, y a mi hijo... —Tragó saliva y recargó su valentía.
El otro joven, absorto, perdía su mirada en el infinito, preso de la vergüenza al no poder reprimir un rencor injusto hacia su amigo. Pero no aguantó más y se desmayó sobre el fango. Se hundía por momentos, mientras su amigo trataba de agarrar su muñeca y estirar su cuerpo hacia arriba, sin éxito. Se dio cuenta de que era imposible. Entonces cogió un cuchillo, se arrancó los ojos y se extrajo el corazón del pecho.
—Siente lo que yo siento y mira como yo miro; algún día tú harás lo mismo por alguien.
El giro final es brutal...menuda carnicería!!
Saludos Insurgentes