Cientos de libros ordenados en las estanterías de la biblioteca del convento desfilaban ante los ojos de Adelina, la joven novicia, llegada apenas tres semanas atrás.
—Sor Juana, ¿de qué tratan todos estos libros?
—Verás. Hay diferentes secciones —carraspeó Sor Juana—. Aquí se encuentran los dedicados a la gastronomía y recetas de cocina. De ellos, cogemos para nuestros platos.
—Muy interesante. Me apasiona la lectura pero, cuente, cuente. Me interesan mucho los libros.
—¡Ay, joven! Allí hay libros sobre teología, evangelización de distintos países, medicina, anatomía…
—¿Y aquel libro que se encuentra bajo candado en aquella vitrina?
—Shhhhh —dijo persignándose la anciana monja—. Ese libro está custodiado por nosotras. Es uno de los siete Libros de las Sombras que hay en el mundo, y es muy peligroso. Sus páginas contienen el Mal. Palabras redactadas por el mismísimo demonio.
—Me gustaría leerlo… Para comprender. Si sabemos todo sobre el mal, nos debería ser más fácil el poder derrotarlo.
—¡No digas eso, niña! Tú eres muy joven y pura, aún una novicia. Entiendo la curiosidad que te otorga la edad. Pero vete a tu celda, reza tres Avemarías y espera allí hasta la hora de la cena.
Adelaida había empezado con las oraciones pero, al terminar la primera de ellas, unos susurros revoloteaban alrededor de sus oídos, y sentía como si unas manos invisibles la empujaran a salir de su cuarto. De pronto, se vio en la biblioteca, justo delante del grimorio prohibido. Algo la ayudó a cogerlo sin dificultad y leerlo para adquirir todo el conocimiento que contenía. A medida que leía el libro, la novicia podía sentir su mente llenándose de ideas oscuras y peligrosas, incapaz de apartar sus ojos de las líneas. Quería saber y aprender más. Con cada página que leía, el poder del libro se apoderaba de ella. Adelaida comenzó a sentir una fuerza extraña en sus tripas, como si algo se hubiera apoderado de su cuerpo y de su mente, impidiéndole controlar sus pensamientos y acciones.
Durante doce días, a razón de una por día, las monjas que conformaban la orden, aparecieron muertas en sus celdas con un rictus de horror en el rostro.
En aquellos días, el sacerdote de la iglesia del pueblo cercano y la guardia civil, se personaron en el monasterio. Pero nadie había escuchado nada por las noches, cuando todas dormían. Todas las monjas y, hasta la mismísima Adelaida, estaban aterradas ante la idea de que algún asesino estuviera haciendo todo aquello.
La noche número trece, la novicia, que se había negado a abandonar el santuario, se desnudó y subió los escalones de la torre del campanario y se lanzó al vacío.
Los lugareños cuentan que, la joven Adelaida murió reventada por dentro, con una grotesca sonrisa dibujada en su cara. Todas las cruces se habían invertido y prendido fuego, incinerando todo el lugar y su entero contenido. Todo, menos el Libro de las Sombras, que permanecía intacto, vitrina incluida, en medio de las cenizas.
Genial Noelia 👏👏
El libro se apoderó del alma de Adelaida.
Buena narración Noelia.
Saludos Insurgentes