Trabajábamos duro bajo el sol para que a nuestros hijos no les faltaba un plato de comida. Vivíamos tiempos duros en Comala, muy duros. Cuando llegaba a casa, Pedro me esperaba con un plato de sopa, y junto a él una magnolia blanca. Siempre me decía que la mejor madre del mundo se merecía la mejor flor del prado. Así lograba sacarme una sonrisa cada día. Era mi vida entera, ese aliciente que me ayudaba a levantarme cada mañana de mi viejo camastro. No pasábamos hambre pero sí necesidades. Desde que su padre nos abandonó, Pedro se esforzaba cada día para demostrarme que no nos hacía falta.
El día que terminamos de recoger la cosecha, todas brindamos con una buena copa de tequila, reímos y bailamos, mientras que Pedro y sus amigos recogieron magnolias para repartir entre todas las mujeres que estábamos allí presentes. Les agradecimos aquel bonito regalo con un beso, y mientras nos terminábamos la botella de tequila fueron a jugar al río donde los niños disfrutaban lanzando piedras y salpicándose con el agua. Sin embargo, aquel día terminó en tragedia, un mal golpe hizo que mi querido Pedro marchara con los ángeles, con los mismos a los que cada noche les pedía su protección con su mamacita. Me quise morir, quise volar al cielo para buscarlo y dormir junto a él, acariciándole y besándole con olor a magnolias.
Unos días después de su funeral, una suave brisa se introdujo en nuestro hogar, era él, lo sé, pues sentí su aroma, oí sus delicados pasos acercándose, el roce de su mano en mi desolado rostro, y de pronto escuché un susurro; no llores más por mí, recuérdame con esta humilde flor. Al abrir los ojos mi corazón latió fuerte, creí estar en un sueño, pero fue real, tan real que pude sujetar la magnolia que posó en mi regazo. Las lágrimas comenzaron a brotar, y lo último que recuerdo es estar tumbada sobre su tumba, aturdida sobre una manta de flores. Desde entonces, todos los años en el día de todos los muertos, su alma me visita y me canta, me sonríe mientras su magnolia aparece de nuevo junto a mí.
Hoy terminó esa tradición, todo ha cambiado, hoy he podido volar en busca de mi pequeño ángel, de nuevo nos hemos podido abrazar. Sin lágrimas y sin lamentos. Hemos vuelto a nuestro hogar. Dos magnolias sobre la ventana representan nuestras honradas almas.
«El niño de las magnolias»
405 palabras
3 minutos
15 lecturas
Reto creativo
«¡Viva México, escritores!»
Eres Juan Rulfo y tienes la oportunidad de escribir un último cuento de fantasmas antes de morir...
50 seguidores
Otras historias participantes en este reto
-
«La historia de Susana San Juan» , de N. de la Flor Ruiz Leer »
-
«Una de fantasmas» , de Miquel Quetglas (Maiky Forrester) Leer »
-
«Alma espectral» , de Juan Adalid Leer »
-
«Siempre seré lo más bonito del mundo» , de elinsurgentecalleja Leer »
-
«aquí o allá» , de tranquilitamente Leer »
-
«Miranda» , de Dissonanz Leer »
Los giros de la historia me encantan.
Saludos Insurgentes