Cuando llegaron a la casa, no se podía creen lo que había ocurrido. Toda la casa estaba destrozada, como si hubiese pasado un huracán por ella. El sofá rasgado de arriba a abajo, la mesa rota, todos los objetos tirados por el suelo.
—¿Qué demonios ha pasado aquí?— dijo ella.
—No me lo puedo creer— dije.
Llamamos a la policía y en ese mismo instante, entre los dos, decidimos mudarnos de barrio.
Y de esta forma pudimos darle a nuestras hijas un mejor futuro.
Vivir en un barrio marginal y pobre es difícil. No hay oportunidades de prosperar más allá de conseguir ser un camello o traficante de drogas. Vaya panorama. Es verdad eso que dicen que es más importante el lugar en donde naces para pronosticar tu futuro. Si naces en un barrio rico de clase alta, hay más probabilidades de que prosperes en la vida. Es así, no hay vuelta de hoja.
Eso es lo que pasó aquel día.
Una banda de ladrones especializada en robar casas, decidió que la nuestra era un buen botín. Y así fue.
Aquel día, nosotros estábamos de compras, cuando nos avisaron por teléfono.
Era la vecina Maruja
—¿Dónde estáis?— dijo ella.
—Estamos de compras, ¿por qué? ¿Ha pasado algo?— preguntó mi mujer.
—Es mejor que vengáis enseguida a vuestra casa. Ha pasado algo— dijo Maruja con un tono de voz que emitía mucha preocupación.
—Vamos ahora mismo— contestó mi mujer.