Martina ha llegado tarde, perdiendo el último tren a su casa, sin pensarlo, se sube en el tren de su destino.
Es un tren sin diferencias raciales, ni clases sociales, de intolerancia inexistente, debes tener claro que buscas un ansiado destino; deja volar tu imaginación y busca el tuyo, todos tenemos uno.
Hoy ha parado en mi estación y he subido a bordo; viajan octogenarios, cuarentonas, solteras, casados, divorciadas, adolescentes, todos con la misma premisa, reinando la cordialidad y el respeto.
Hay adinerados empresarios, menesterosos que malviven de las limosnas o moribundos que se aferran a la salvación.
Atravesamos pueblos, urbes, zonas costeras, no hay distinciones, ni lugares preferenciales; es el expreso de la libertad y la sencillez.
Día y noche sin parar, por una vía infinita, con el ruido ensordecedor de los raíles. Avanzan los días con un sol de justicia, enlazando con el reflejo de la luna que alumbra nuestras vidas, buscando nuestro destino.
Amanece nublado en Europa central; a mi lado un músico toca su armónica; cansados pero optimistas, estamos cerca de encontrar el particular hado que rige nuestras vidas.
Quiero escribir relatos ideales, pintando paisajes óptimos, perderme en tus ojos, en un ansiado destino; diciendo lo que sentimos y sintiendo lo que decimos, que las palabras sean hechos y los hechos sean palabras.
Atravesamos fronteras, sin patria ni nacionalidad, somos almas libres cantando nuestra canción sin complejos ni colores.
Marcamos las reglas de la vida, vislumbrando la luz al final del túnel, estamos cerca de conseguir nuestro propósito, igual que un embravecido miura busca su sino.
He llegado a casa, han pasado veinte años, todo ha terminado sin comenzar, donde tú estás, está mi hogar, el viaje ha finalizado, mi destino es una realidad.
Una maravilla de texto.
Felicidades.