Cuando subí a aquel viejo tren, sentí que era la última vez que lo hacía. Una extraña sensación de soledad inundó todo mi cuerpo, el único vagón, totalmente vacío, me hacía sentir escalofríos, a la vez que una profunda sensación de paz golpeó mi corazón.
Me senté junto a la ventanilla, mi asiento favorito, y el tren comenzó su lenta marcha. Ante mis ojos pasaban cada vez a más velocidad los postes de luz, los campos de girasoles que bucólicamente me decían adiós, y las montañas que se divisaban a lo lejos y que se acercaban y alejaban a la vez, en un macabro baile.
Viajar en tren siempre fue una de mis actividades favoritas, algunas veces cogía un tren, sin importar el destino, tan solo por el placer de viajar. Observando los animales que pastaban plácidamente y los lugareños que labraban sus campos con la esperanza de una buena cosecha. Algunas veces miraba el cielo, y parecía que las nubes, con sus extrañas formas me sonrieran, deseándome, quizás, buen viaje. Me gustaba mirar los rostros de mis compañeros de viaje e imaginarme las historias que les esperaban en su destino.
Pero aquel viaje lo hacía solo, sin nadie que me acompañara, un silencio tan solo roto por el traqueteo del tren. El viaje había durado una eternidad, pero a mí tan solo me pareció un instante, cuando llegué a mi destino. Una estación blanca, en medio de la nada, con una espesa bruma que lo inundaba todo. En la estación me esperaba un extraño hombre alado, vestido de blanco, que me cogió el equipaje y me dijo:
—Te estábamos esperando, acompáñame y te mostraré tu nueva morada.
Sin decir nada, tan solo fui tras de él.
San Pedro ya espera al protagonista...me ha encantado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes
Enhorabuena 💕👏