«En la cuna de un Iniciado»

A las puertas de Canderlay's, una librería ubicada en el más recóndito callejón del barrio obrero, un tipo con gabardina y gafas de aviador llama al timbre.
Un minuto después, con gesto parsimonioso se liberan los tres cerrojos. Por detrás de la puerta asoma un diminuto anciano de mirada inofensiva.
—¡Alabados los ojos!
—Maestro —responde fundiéndose en un abrazo.
—Lo has conseguido.
—Como supuso, no me lo pusieron fácil —confiesa retirando la ropa para dejar descubierta una profunda herida aún sangrante.
—Después te sanaré eso. Pero recuerda: cuántos más obstáculos encuentres más se acelerará tu progreso.

Tras asegurar de nuevo la entrada se acercan a una mesa donde el visitante deposita una mochila acolchada. Inicia una maniobra delicada para extraer un mamotreto forrado de una piel verduzca.
—Es más hermoso que su versión akáshica. Déjame ver qué trae consigo.

El librero toma asiento en un taburete y, después de una observación minuciosa, se quita las gafas, cierra los ojos y posa ambas manos sobre el libro. Al momento, sus párpados empiezan a revelar una actividad incesante debajo de ellos. Le vienen imágenes cada vez más antiguas de las gentes que tocaron el ejemplar. En su recorrido encuentra culturas olvidadas, míticas, como el período atlante. El recuerdo de sus vidas siendo un valeroso guerrero, muriendo tantas veces en el campo de batalla, le hace tragar saliva. Respira y retoma la tarea hasta concluir el análisis.

—Tenemos mucho trabajo —dice con voz exhausta—. El tiempo de cautividad bajo la Logia Negra lo ha embrutecido.
—Ciertamente si queremos que la instrucción del Iniciado continúe sin interferencias funestas debemos apresurarnos.

El gesto afable del librero se torna firme:

—Eliana ya está en camino para constituir el Equilátero Níveo. Este incunable necesita UCI urgente. Debemos aprovechar el Plenilunio de Aries.
—Entendido, maestro...pero dígame, ¿ha llegado a ver el animal cuya piel revistió el libro?
—Así es, hijo. Un bello triceratops.