En la esquina hay un café... - Silvia Sanmartín Meroño
Silvia Sanmartín Meroño

«En la esquina hay un café...»

491 palabras
4 minutos
6 lecturas
Escribe un relato de realismo mágico
El  "Café del medico Andrés" era un lugar de lo más normal, donde mas que curarse el cuerpo se sanaba el alma. 
Todo el mundo acababa allí cuando perdía un ser querido dando igual el parentesco. 

Era como cualquier bar, la única diferencia era que al servirte la consumición te traían una vela. En esta se proyectaba el espíritu del difunto solo en el tiempo  que duraba la consumición podías hablar con el. Era común preguntar donde había guardado el dinero ahorrado, que pasó en caso de accidente, las preguntas que se habían quedado en el tintero o simplemente decirle algo que nunca se dijo entre otras cosas. 

Mariela, acababa de perder a su marido en un accidente de coche justo cuando esperaba su tercer hijo.
Maldito seas Juan decía desde que lo enterró, ahora como iba a trabajar a punto de dar a luz. Se veía pidiendo en la puerta de la iglesia el resto de su vida. Su madre le dijo que fuera al café...y si Juan tenía algo de dinero escondido.

Ella dejo los niños con la abuela para irse al café. Al llegar vio un anciano en la barra al que no le prestó atención.
Se sentó en una mesa, pidió un te con leche. Mirando la vela allí estaba su Juan tan guapo como siempre, ya no podría acariciarle su suave pelo, acercarle los pies a sus piernas para calentarse, ni besarle...

- Mariela escúchame, yo no quería morir...fue un despiste iba cansado... di un pestañeo y cuando me vine a dar cuenta me comí la pared de la casa. Nunca quise abandonarte, me escuchas.
- Eres un desgraciado....que va a ser de mi, de los niños, te odio...-decía sin poder reprimir las lagrimas.
- Escúchame, ves el anciano de la barra. Es tu única salvación.
- Podría ser mi padre, que estas insinuando Juan...ESTAS LOCO.
- No, ese hombre esta solo su mujer llego esta mañana lo escuché. Se llama Antonio, no tiene a nadie, se quiere quitar de en medio porque se esta quedando ciego y sordo. No tiene hijos, solo sobrinos que no quieren ayudarlo ni por dinero.
- ¿Qué quieres que haga Juan?
- Cuéntale tu situación dile si sabe donde podrías trabajar, dile que si necesita algo. Seguro que quiere que lo ayudes a limpiarle las ropas, su casa, la comida...
- Que descanses Juan - dijo al mismo tiempo que apagó la vela acabándose el te.

Mariela se fue hacia la barra a hablar con el anciano, primero le preguntó si sabía de alguien para trabajar. El anciano un poco bebido se echó a llorar porque se halló salvado, encontró a alguien que le podía ayudar, aunque le tuviera que pagar.

Desde entonces Antonio se mudó a la casa de Mariela, allí fueron una familia. Ella, encontró un nuevo abuelo para sus hijos. El, a una hija que lo cuidaba, se sintió querido, útil y escuchado.

De todo lo malo, siempre salo algo bueno.



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Silvia Sanmartín Meroño
Soy una ama de casa, que trabaja cuando se lo permite el horario infinito de madre a jornada…
Miembro desde hace 3 años.
26 historias publicadas.

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elinsurgentecalleja
07 abr, 23:50 h
Preciosa historia Silvia!
Llena de emotividad.
Saludos Insurgentes
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