No mucha gente lo sabe pero, detrás de esa valla oxidada se esconde una pequeña librería. A primera vista sólo se ve un terraplén abandonado, propio de las zonas que iban a ser grandes urbanizaciones y que quedaron en nada. La verdad es que fue la pura casualidad lo que me llevó a descubrirla.
Caminaba yo aquella noche de invierno, cuando vi a un viejo búho tuerto posado sobre la valla, lo miré con curiosidad y exclamó: “¿Quieres ver algo?”
Sin darme tiempo a responder, abrió con su pata escamosa la puerta oxidada y echó a volar hacia el interior. Le seguí, claro, y me condujo hacia unas escaleras de madera enmohecida que se hundían bajo la tierra. Al final del camino encontré una gran puerta, entreabierta.
Al abrir, allí estaban: miles de libros apilados, unos nuevos; otros muy viejos. Me acerqué al mostrador y una señora bajita apareció detrás de él, tenía una nariz enorme y en su cara se apreciaban tonos verdes, su alto sombrero era lo único que sobresalía por encima de la altura de la mesa.
“Has llegado pronto” me dijo. Al ver mi cara de confusión, me prestó un libro de los que tenía en el mostrador. El título rezaba: “Nemesio Tres Ríos Galván”
-Verás. -continuó la bruja. -La vida de las personas es siempre un camino gris, lleno de penurias, sufrimiento, dolor…Pero en la vida de todos hay un instante en el que brilla todo con luz cegadora, en el que suenan las campanas y todo tiene un sentido; un momento en el que puede decirse que eres feliz. Cada vez que una persona vive ese instante, queda registrado en esta biblioteca, en estos libros, para siempre. Es importante conservarlos ¿sabes?
Tengo que decir que cuando salí de aquella habitación, me sentía extrañamente satisfecho.