Ayer, sentado en el banco de siempre, con las cascos puestos oyendo mi música favorita, di una cabezada o por lo menos eso creía. Al despabilarme algo raro había sucedido. Miré a mi alrededor, no quedaba nadie y el reloj de apeadero marcaba justo treinta minutos más de la hora en la que tenía que haber subido al tren. El próximo no pasaría hasta dos horas más tarde.
Pregunté a varias personas que me confirmaron mi infortunio, había perdido el tren. No sabía que hacer, aturdido aún salí de la estación, veía a gente en entraba y salía y allí estaba yo, en mitad de la nada. Pensé pero se me hacía pesado, intenté correr pero avanzaba muy lentamente y apenas levantaba los pies del suelo.
Entonces sucedió, al cruzar la calle sufrí un atropello, quedé tirado en mitad de la calzada sin que nadie me auxiliara. El conductor del vehículo se dio a la fuga. El resto de personas cercanas reían y me señalaban con el dedo en una actitud grotesca.
Por fin desperté, empapado en sudor pude comprobar que todo había sido un mal sueño.
Saludos Insurgentes