Verano de 1998.
Marco tenía por aquel entonces 68 años. Era un hombre culto, aficionado a la literatura. De melena canosa y de ojos tristes, el hombre acababa de perder de a su mujer a causa de un cáncer de mama.
Ambos, visitaban la librería italiana Acqua Alta, la cual le vio crecer, a él y a su esposa Carina. Esta librería fue testigo del avance de su enfermedad. Maldita enfermedad. La preciosa librería de Venecia era testigo de increíbles versos que la italiana regalaba a su marido. Hacía de la poesía algo más. Su marido intentaba aguantar las lágrimas, pero era imposible. Por cada palabra de la mujer caía un sentimiento de pena…
La iba a perder.
Y así fue el 31 de agosto de dicho año. Después de una lenta agonía, Carina falleció. Falleció regalando a su marido una sonrisa. Su muerte estaba prevista. Por ello, la mujer pidió un último deseo: “nunca dejes de ir a aquel sitio que despertó lo que el cáncer no podrá dormir”.
Aquella librería.
Marco no podía hacer nada que no sea cumplir aquella promesa y lo hizo. Se sentaba en aquel sitio solo, y, entre lágrimas, evocaba a su mujer.
El 21 de noviembre de aquel año, hizo su mismo recorrido. Cogió el libro de poesía que tanto usaba su mujer. Una lágrima cayó débilmente en una página, y, con el objetivo de limpiarla, encontró una pequeña numeración “223-021-POE”. Se quedó perplejo. Era la letra de su mujer. Indicaba un pasillo de la biblioteca. Fue a él.
Y ahí, por fin lo descubrió. El libro, es eterno como su mujer. Encontró un libro, escrito por su 'ella'. A mano. Donde adivinó que el amor siempre será eterno y que el olor del libro siempre será el de su mujer.
¡Qué eterno libro!
Buen relato, enhorabuena.
Saludos Insurgentes.
Claro, conciso y eterno.
Mis sinceras congratulaciones!!
Buen relato, me ha gustado mucho.
Saludos.