«Fantasmas del pasado.»

Cuenta la leyenda que en la noche de San Juan, los objetos que traen malos recuerdos se arrojan al fuego para ser olvidados. El poder del fuego los desintegra y estos se desvanecen para la posteridad. Sin embargo, en las leyendas, la verdad se espolvorea con fantasía para ocultar la crudeza de las historias reales...
Al término de la primavera, una princesa quedó prendada de un joven pastor que trabajaba en los campos del reino.
La princesa, aprovechando su coquetería, paseaba por la colina, intercambiando miradas furtivas con el pastor, que se enamoró profundamente de ella.
Sus encuentros clandestinos eran tan fugaces como apasionados. En el palacio nadie sospechaba de su loco amor.
Una mañana, un apuesto rey se presentó en palacio para pedir la mano de la princesa y unificar reinos.
Movida por la codicia, la princesa aceptó y terminó tajantemente con su pasajero amor.
Lo que nadie imaginaba era que la muchacha esperaba un hijo y, aunque perjuró que era de su prometido, el pastor conocía sobradamente la verdad.
Cuando este reclamó sus derechos como padre, no solo fue visto como un farsante, sino que en la corte las injurias se pagaban con la muerte.
Segundos antes de morir, el pastor dijo: "para enmendar lo ocurrido, la tragedia debe pagarse con un sacrificio"; y sus labios formaron una sonrisa que heló los huesos de la princesa.
Uno a uno, aquellos que lo tacharon de mentiroso, perecieron en extrañas circunstancias y el miedo se expandió como la pólvora. 
Para enmendar lo ocurrido, la tragedia debe pagarse con un sacrificio... fue lo que recordó el 23 de Junio cuando arrojó a una hoguera el fruto de su amor pasado: su bebé.
Los fantasmas del pasado vuelven, siempre que no se rompan los vínculos que nos unen con ellos.