«Huérfano lugar»

Tan solo queda la lluvia amarilla, la nieve del pirineo aragonés y el aire frío que baja de la montaña para recorrer, en soledad, las calles de un pueblo que un día, lejano ya, tuvo mucha vida.

Andrés se ha marchado para no volver, ahora descansará en paz junto a su querida Sabina pero con su desaparación llega también la muerte del pueblo. Él, su último vecino, que tanto quiso al lugar donde siempre vivió, que tanto paseó por sus calles y valles, se lleva consigo el último resquicio de vida de un lugar mágico en colores, formas y olores pero abocado, a su vez, a un abandono cruel, a una muerte lenta y agónica.

Tan solo el silbido del viento recorriendo las calles queda en Ainielle, eso y nosotras, hojas caídas que adornamos las calles cual manto amarillo abrigando un cuerpo frío. Lluvia amarilla que cae de los árboles para dar color a un lugar inerte que queda a merced de los recuerdos, de la memoria de quienes quisieron buscar un futuro mejor lejos de aquí; un lugar que queda expuesto al olvido.

Nosotras, con nuestra caída y movimientos al viento, como el último baile de la mejor de las fiestas, seguiremos dando vivacidad a Ainielle y, a lo lejos, escucharemos el eco de las risas y los llantos de quienes un día llenaron de vida este maravilloso y huérfano lugar.