El fuego chispea en la chimenea. Las risas de la familia llenan la acogedora habitación, pero mis nervios no me dejan escuchar los cánticos, los nervios no me dejan apartar los ojos de la llama que se agita sinuosamente de forma seductora, atrayente. Tú a mi lado. Tu presencia imposible de obviar, el calor de tu brazo sobre mis hombres incapaz de ignorar. Y no quiero, pues es como el ancla de un navío que lo mantiene sujeto sin perderse a la deriva. Pero el miedo me carcome, los nervios me hacen sudar, la ansiedad estar asustado y el ligero temblor de mis manos que intento ocultar.
Como siempre, nada se te pasa por alto, y tu rostro se gira hacia el mío con el ceño fruncido sabiendo que algo no va bien. ¿Cómo no amarte, querido mío? Pero es ese mismo amor el que me hace dudar; el que me mantiene en vilo por las noches mientras te escuchar respirar. Sé lo que piensa la gente y me duele que te afecte a ti.
Mi pareja, se giró aún más hacia mí, cogiéndome las dos manos y acercando su rostro al mío. Ese mero movimiento provoca el nacimiento de las primeras lágrimas que no consigo ocultar.
- No hacen palabras, Boreal. Sé lo que piensan, lo que murmuran, lo que opinan y lo afirman. Pero a mí me es igual. Así que te lo diré una y otra vez, tantas veces como hagan falta. No estás loca, estás enferma y aunque cicatrices no se vean sé que están ahí. Déjales que opinen desde la ignorancia pues ellos no ven tu lucha diaria, como sonríes a pesar de la tristeza, como ayudas a pesar del dolor. ¿Cómo no amarte? ¿Cómo no amar tu corazón?