«La hoguera»

Esperaba nervioso escuchando los tonos. Una voz borde e irritada contestó "¿Qué quieres?", me sorprendió bastante porque siempre contestaba educada, con tono sereno, con voz dulce y tímida.
"Hola, Carmen, ¿Cómo estás? Me preguntaba... sí quieres... Podemos vernos esta noche... me gustaría verte, aunque fuese un rato y tomarnos algo juntos..." le dije y ella gritó "¡Qué pesao eres, tío! Quedar contigo... pero si a penas te conozco... ¡No voy a quedar contigo, déjame en paz! ¡Qué eres muy pesado!" De fondo se escuchaba la voz de unas chicas que decían: "qué pesado", "trae, déjamelo a mí", "cuélgale", "mándalo a la mierda ya". Me quedé bastante abrumado y contesté "pero, Carmen... ¿Qué te pasa? Yo solo quiero conocerte... tú me diste tu número, antes parecía que estabas receptiva..." y ella contestó gritando "¡Pero qué receptiva! ¡Deja de llamarme, que eres muy pesado!" Me quedé atónito, una fuerte sensación de tristeza y rabia sacudió todo mi cuerpo y le espeté: "Ah, con que soy muy pesado... Pues muy bien... yo solo quería estar contigo un rato esta noche, tomar algo juntos y conocerte mejor... pero tú, tranquila... que ya no te voy a molestar nunca más." Colgué el teléfono y salí corriendo hacia la playa. Por el camino casi tropiezo con el carrito de bebé de una pareja bastante choni. Me miraron con aire despectivo, sobre todo el tío, que exclamó con aire amenazador "niiiiiño..." Seguí mi camino y llegué a la playa. Allí me esperaban los chavales, que comenzaban a prender fuego a la madera que habían recogido. Los saludé a todos y saqué un litro. Mientras saboreaba la cerveza miraba a la hoguera, observando como todo se quemaba, pensando que era hora de olvidarme de esa chica. El verano comenzaba como una nueva etapa que traería consigo cosas nuevas.