Una inmensa niebla recorre cada uno de los rincones de la pequeña estación. Una única luz procedente de la farola ilumina el redondo reloj de la estación.
Mi tren llega con retraso.
Hay mucho trasiego a mi alrededor, poca gente pero rápida y dejándome atrás.
Y por fin un ruido como a tren.
Y por fin esa inmensa niebla que marcha.
Que marcha con un tren.
Niebla, humo…
Maldito 1952 y sus trenes de vapor.
Pavor, que diría un disléxico.
El humo se aleja, como también lo hace mi esperanza de llegar a casa y ver a mi mujer y a mis hijos.
No tengo mujer ni hijos, pero también es una esperanza.
Y entonces es cuando pienso, no se me da bien, pero pongo esa cara e imagino la solución más factible y con menos muertos.
Creo que sí.
Me pongo a caminar por las vías en dirección opuesta a la dirección que ha tomado mi tren, eso es opuesta a mi casa.
Esa es mi apuesta.
Si voy hacía atrás volveré a encontrarme con mi tren.
Lógico.
¿No?
Ando solitario por la oscuridad de la noche, la gente como yo no tiene compañía.
La oscuridad se hace más oscura cuando entro en un túnel.
El pocas luces me llaman.
¿Pocas luces?
La realidad en forma de sol me deslumbra.
¿Mi tren?
Recen por mí.
El giro final da para más.
Me ha encantado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes