«La sombra de un perfume caro»

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad, la época de los podiums, las hombreras y los musiquillos de organillo, o al menos así los llamaba el viejo Quincy , el viejo y aquellas discusiones interminables, todo un sabio. Lo supo desde el principio, pero nadie le hizo caso, murió olvidado, como aquella foto de una pésima canción de relleno. El single malo del que ningún cantante quiere oir hablar. Pero eso no es  lo que queríamos contar hoy, estamos aquí para memorar esos pequeños detalles, los viajes en tren hasta la discoteca de turno, las peleas con los dos teñidos, si, aquellos que luego nos saludaban tan amistosamente, pero al llegar la hora de la despedida, un vagón despertaba su más misero instinto. Bueno tal vez  no era el vagón, quizás eran ellas, las divas de la noche. Si, que tiempos, tiempos bañados en colonia barata, ¿y qué importaba todo eso si se trataba de vivir el momento? Y sí, lo vivimos, pero poco a poco olvidamos su esencia, la cambiamos por un perfume caro y un escaparate al mundo, engañándonos a nosotros mismos, cambiando las citas en los portales, por efímeros momentos de aprobación de cientos de desconocidos, creyendo así poder recuperar un segundo de aquella nuestra antigua vida dorada.