«La vida de un poeta»

Dicen que los poetas viven
el tiempo que viven sus versos,
ya que no hay otra vida con sentido,
más allá de su propio universo.
Fuera de estas estrofas no hay acné,
ni sudor ni escatología,
solo frases que desprenden sutiles
aromas frescos y cálidas melodías.
Dibujan mundos idílicos,
tejen versos que a veces se alejan de la rima,
como súmmum de su creación,
el mundo interior que les lleva a la cima.
Mientras tanto, yo soy un noble servidor
que nació y salió de un simple relato
y que solo se acerca a la poesía
cuando se olvida de ser sensato;
con mucho respeto se sigue obcecando
en unir sílabas y pasar el rato,
escribiendo versos huérfanos de métrica
desde el más cobarde anonimato.

Sigo siendo el que a veces mira
a los poetas con envidia y recelo
y que quiere rimar estupideces
y un puñado de versos sinceros.
Escribo sin rumbo y al trote cochinero,
sin entender de tiempos, ni recordar sonetos;
pero sé que salir del relato breve 
se antoja más que un sencillo reto.
Soy el que está dispuesto a subir a su caballo,
armado con un boli y una libreta vacía,
pero que sabe que cerrar pronto estos versos 
es su mayor muestra de sabiduría.