✍️ Cuenta la historia de un libro mágico que se escribe solo.
Empezó todo aquella tarde invernal. Los cristales estaban empañados por el frío y la calefacción de gas. Había dejado el diario abierto encima de la mesita cuando oí el timbre y bajé a atender a la visita inoportuna. Resultó no ser nadie, solo una bocanada de aire helado me empujó a un lado. Tiritando me fui a la cocina y me serví un té ardiendo; recuerdo pasar también por la habitación de los niños y comprobar que estaban durmiendo. Cuando tomé mi diario no recordaba haber escrito nada de aquello, mi letra se había vuelto elegante y cuidada y el tono enigmático. Quise continuar escribiendo pero el sueño me ganó la partida. Tres días después abrí el cajón y el diario, en la portada se podía leer Las horas felices. Esta vez, llamaron por teléfono y tuve que bajar los escalones hasta la cocina. Solamente se oía música alegre al otro lado. Recordé tener esa canción en un disco algo rayado. Recordé también aquellos años. De nuevo la letra del diario se me antojaba escrita por otra mano. La trama llegaba a su final cuando me quedé dormida. La última noche que quise escribir en mi diario ya no lo pude encontrar en mi mesita. De camino a casa me paré en un escaparate abarrotado de libros. El librero acababa de colocar el último, me miró y me guiño un ojo. Reconocí el título de inmediato. Sonreí.
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Laura Giménez Jiménez
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Miembro desde hace 3 años. 19 historias publicadas.