🤖 Cuenta una historia que ilustre los derechos laborales del futuro.
Madrid, 2411.Muchas cosas han cambiado en los últimos años. Ni reuniendo todas las mejoras de la historia de la humanidad se conseguiría alcanzar la grandeza tecnológica de esta era. Y aún con eso, aquí estoy, a mis 60 y tantos años, manifestándome contra el Estado como hacían los de antes. Va a ser que tenían razón los antiguos “Quien no conoce la historia está condenado a repetirla”. Y como digo, aquí estamos, un millar de personas, pisando fuerte sobre el metal de las calles, para decir que no podemos más, que nuestra vida es más valiosa que cualquier avance capitalista, que nuestros derechos no están en venta.Cuando nací, las casas aún no tenían la televigilancia. Bastó una veintena de años y un pequeño grupo de hombres privilegiados, ¿quién si no? para que todo se convirtiera en un Estado de esclavitud perpetuo. Pero como pasa con todas estas cosas, nunca te das cuenta hasta que es demasiado tarde y para entonces, el miedo de perder ha alcanzado unas dimensiones desmedidas que superan tu capacidad de sobreponerte. Cuarenta años después del “invento del siglo” todos trabajamos desde casa, de sol a sol, esposados a una pantalla. Y a través de ese maldito aparato si a tu jefe le viene en gana es capaz de llamarte a la una de la mañana. Todo justificado, claro está, por las necesidades del mercado y una especie de consigna sobrenatural: “amasa riqueza o perece”. Si estas son las maravillas de la tecnología que me expliquen a mí dónde coño está el avance.Y por eso estoy aquí hoy hablándoos a vosotros este uno de mayo en el que se supone es nuestro día. Para que gritemos hasta dejarlos sordos. Para que demandemos hasta que ya no nos quede voz. Porque los “avances” tienen una doble dimensión y a nosotros nos ha tocado la peor parte ¡Trabajadores, levantaos y luchad por lo que es vuestro!
