Llueve.
Llueve igual que llovió ayer.
Llueve, al igual que lo hizo la semana pasada.
Llueve como desde hace días.Me acurruco en la alfombra cubierto con esa manta gris que alguna vez fue regalo de Navidad.
Observo hipnotizado las gotas caer en el suelo del balcón y como, despacio y constante, van uniéndose unas a otras formando charcos cada vez más grandes.
Entre los barrotes de madera de la barandilla se distingue el mosaico azul y gris que compone la pared del edificio de al lado. También se intuye el verde, todos los verdes, de los jardines que rodean el edificio.
Apenas hay gente en las calles. Un par de paisanos alargan la jornada y el cigarrillo lo que pueden, resguardados bajo el toldo del antro que se esconde a los pies del edificio de en frente y que aún no entiendo cómo subsiste.
Tiene un no sé qué de melancólica esta visión -me digo a mí mismo.
Sonrío y me voy a la cama. Buenas noches, Luna.