«Maldito el éxito si no es contigo.»

Con los ojos ya acostumbrados a los cegadores focos, levanté la cabeza cuando estaba leyendo la parte final de mi discurso, buscándole. ¡Qué tontería!, ¿Cómo iba a estar él hoy aquí?

Concluí la lectura de mi exposición repleta de agradecimientos, dando paso a una gran ovación de los allí presentes.

Aún en el estrado, sin quitar la vista de mis notas, pensé en mencionar a Marce, mi gran y único amor, Marcelo Blasco Pinzón, ¿debería pedirte perdón o darte las gracias? Te has convertido en una línea oculta, una persistente idea borrada de mi discurso igual que de mi vida.

Casi arranco a gritar a los cuatro vientos que me faltas, que haría retroceder el tiempo si pudiera, que cambiaría todo por estar contigo... Pero no lo hice.

Bajé por las escaleras del escenario haciendo gestos de gratitud y mostrando la mejor de mis caras.


Tras una protocolaria cena junto a los demás premiados y nuestras engalanadas acompañantes, subíamos en el ascensor, cuando ella, mi fría y formal esposa, me preguntó:

—¿Estás bien cariño?

Tuve ganas de decirle que no paraba de acordarme de mi Marce, que no dejaba de preguntarme que hubiera sucedido si estuviéramos aún juntos. Que me preguntaba como sería el presente si no me hubiera apartado de él con el pretexto de no obstaculizar mi carrera.

Me hubiera gustado contarle que hoy, en el momento que debería estar más feliz, es cuando más encerrado en este oscuro y asfixiante armario me sentía... Pero no lo hice.

—Nada cielo, solo cansancio. —respondí.


En otra parte del mundo, lejos, muy lejos, Marcelo veía en Instagram la publicación del que hace no mucho, era su secreto compañero de vida.

«Trofeo Zamora de la liga 2020, casi nada, me alegro por ti.» pensó, esbozando una ligera y amarga sonrisa.