Hoy a muerto mamá. O quizás ayer. No lo sé, Recibí un telegrama del asilo en el que me contaban que, tras una noche complicada, su corazón había dejado de funcionar. Mamá estaba muy mayor y la demencia había conquistado toda su vida, desde hacía tiempo ya no respondía a los tratamientos que intentaban mitigar y enlentecer la enfermedad que poco a poco se estaba llevando su vida y cada pequeño resquicio de ella. La tuvimos que dejar en el asilo porque no sabíamos cuidarla como se merecía, ya necesitaba ayuda para cada una de las tareas básicas y nosotros no podíamos permitirnos dejar de trabajar para estar todo el día con ella y tampoco sabíamos si tenerla con nosotros era la mejor idea pues no tenemos las nociones necesarias para lidiar con esta enfermedad. Desde hace unos meses, cuando la dejamos en el asilo, el corazón me duele, ella se merecía ser cuidada por nosotros, que le devolviéramos un poco de lo que ella hacía cuando éramos pequeños, pero no pudo ser y eso me dolía fuertemente en el alma. Hoy ya no está y solo pienso en el tiempo que hemos perdido con ella.
El funeral es ahora, estamos llorando a mares mientras fuera llueve a mares también, como si el cielo estuviera llorando su pérdida, como si las nubes se hubieran roto de dolor junto con nuestros corazones. Durante la misa recordamos su vida, su intensa y magnífica vida, siempre dispuesta a ayudar, siempre pensando en los demás, siempre cuidando.
Sé que ya no hay vuelta atrás, que esto lo llevaremos siempre con nosotros, que el duelo invadirá cada retal de nuestra vida, cada pequeña esquina y teñirá de colores grises nuestro ahora oscuro mundo. Ahora solo nos queda seguir unidos, como ella hubiera querido, ser felices y lograr nuestras metas, así, al menos, aunque se haya ido, podrá vernos, orgullosa de lo que hemos conseguido.