«Más vino, por favor»

Se escuchó un grito ahogado de auxilio que provenía del sótano. Tomás no pudo evitar sobresaltarse y lamentablemente la botella de vino que protegía como un tesoro, tal y como le había ordenado su padre, se deslizó torpemente entre sus dedos y cayó al suelo haciéndose añicos. Sin pensárselo dos veces y atraído por una curiosidad más fuerte que sus miedos abrió la trampilla. Llegó a bajar unos cuantos escalones, pero lo que vio frente a sus ojos le hizo detenerse. Una decena de personas maniatadas y con aspecto demacrado le pedían ayuda para salir de allí. Entre ellas reconoció a Elías, el antiguo cocinero que trabajaba antes con ellos, también a Margaret su profesora de inglés e incluso a antiguos trabajadores de la fábrica de su padre. ¿Qué hacían todos ellos allí si ya no había que trabajar? Se preguntó.  Preso del pánico, cerró la trampilla y salió corriendo al piso de arriba buscando a su padre.

Atragantándose con sus propias palabras le explicó lo sucedido. El padre impasible tomó la palabra. 

- ¿Recuerdas cuando éramos ricos y la gente trabajaba para nosotros? Dicen que ya nadie tiene que hacerlo. Lo cierto es que se han convertido todos en una panda de vagos, ya nadie quiere trabajar. Ahora nuestro jardín está feo, nuestra comida es mala, tu nivel de inglés es pésimo....No se puede vivir sin trabajar, pero se han vuelto todos locos de remate. Quieren estar siempre de vacaciones . No voy a permitirlo.  Es por todo ello que he decidido reunir a los mejores trabajadores y volver a la vida de antes. ¿Lo has entendido?

Tomás no pudo evitar dibujar una sonrisa en su rostro y respondió. 

- Claro papá, ahora le digo a Elías que sea él el que te traiga más vino.