Tenía marcada a fuego esta fecha en mi calendario. Pensaba que este San Juan iba a ser especial. Me esperaba mucho trabajo. Y, sobre todo, trabajo especial. Varios años sin veros me hacían dudar sobre por dónde tirarías. No tenía feedback vuestro. ¿Qué os atormentaba, molestaba, qué querías olvidar, cambiar?
Tampoco estuve tan lejos. Algo me sonaba, y esperaba muchas mascarillas. Y muchos papeles: “nos vemos obligados a realizar un Expediente de Regulación Temporal de Empleo”, “nos vemos obligados a subir el alquiler”, “nos vemos obligados a suprimir pagos”…
Cosas así, que se queman fácil. De las que, por lo que os conozco, igual que las quemo se van. Pero bueno, al menos, cosas que se queman, que, tras mí, quizás no han existido. Cosas horribles que siempre me encomendáis haga desaparecer.
Pero me sorprendisteis de nuevo. Ni mascarillas, ni despidos, ni subidas… Habéis vuelto a lo de siempre. Que si amor, desamor o no se qué de un crush, como decís ahora. Mis brasas de siempre, vamos. Al menos ya no lleváis revistas de la Superpop. Ahí era más complicado, el papel cuché ardía muy rápido y no me daba tiempo a operar.
Será culpa mía, por esperar algo. Por ejemplo. Mi primo, el de Zamora, en Sierra de la Culebra, se ha ido de picos pardos otra vez. No es la primera vez. Pensaba que ya estabais avisados y tampoco le ibais a dejar hacer lo que quisiera de nuevo. Pero, otro año más, se os ha ido de las manos.
Ah, un chascarrillo final, no todo ha sido malo. Al final de la noche alguien ha venido con un ticket de la gasolinera, y lo ha rociado con un poco de gasolina. Y claro. Ya sabéis cómo me pongo.
Ha tenido su aquel, todo hay que decirlo.
Hemos coincidido en la estructura del relato.
Enhorabuena compañero.
Saludos insurgentes