Era una antiquísima Biblioteca, creo se hallaba en Barcelona o Praga. Puertas inmensas con grabados de gárgolas con las fauces abiertas, dispuestas a devorarlo todo. Estaba seguro que encontraría en sus viejos volúmenes toda la sabiduría y lo más oculto a los simples mortales cuando vi al viejecillo sentado con su bastón plateado, frente a mí. Invitándome a ingresar.
“ Cuidado niño, aquí las letras y los giros idiomáticos pueden hacer de ti, un desquiciado…”
Su voz era cavernosa y me recordaba a alguien. Aún así entré y traté de recorrer con la vista la variedad libros húmedos y gastados, empotrados en estantes ruinosos sobre paredes casi cayéndose. Pero las penumbras semejaban cortinas o manos famélicas, impidiéndome ver. Por un momento me pareció estar rodeado de doncellas y ángeles desnudos, dragones y soles rojos. Me desmayé creo. No sé en realidad si transcurrieron diez horas o diez años. O un siglo.
Al salir, el resto de los edificios frente a mí se tambaleaban, la gente recorría el lugar normalmente sin percatarse de mi extrañeza, sin darme cuenta apreté el bastón plateado, ahora en mis manos y recordé la frase del anciano. La advertencia fatal.
Y supe que aquella voz cascada...era la mía.
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes