«MI SER DE LUZ»

Hoy más que nunca necesito el mar cerca, la magia de su embrujo me purificará.
Esta noche he ofrecido mi cuerpo a Hefesto, dios del fuego, y lo ha flagelado con el ímpetu de sus llamas.
Voy a despojarme del sufrimiento que me acompaña.
Hace 2 días pequé, sin ser juez di mi veredicto personal y tras eso impartí mi justicia.
A un ser de luz no se le toca, no se le daña.
Él debía pagar.
Lo vigilé, conté sus pasos, analicé sus rutinas y en mi mente reproduje su día a día. Tras aquellas paredes vivía sin miedo, seguramente soñando con su próxima víctima.
Escogí fecha y hora. Y sin apenas preparación, con tan sólo mi rabia como arma, me presenté delante de su puerta la noche del 21 de junio.
No sabría decir exactamente cómo sucedió.
Mis manos se dirigieron solas, cómo si ya conociesen el camino a seguir.
Rodearon su delgado cuello, se entrelazaron con fuerza y empezaron a apretar.
Sólo podría comparar esa fuerza con la del amor que sentía por mi pequeño Sol, cuya luz se había apagado por culpa de ese despreciable ser.
Ya no había marcha atrás, estaba hecho.
Mi cerebelo dio órdenes explícitas a mis manos para que se relajasen, la presión disminuyó y él cayó desplomado. Había librado a la sociedad de un despojo innecesario.
Y ahora dejo las llamas de la hoguera tras de mí. Ni el dolor de las quemaduras infringidas puede borrar la sonrisa de mi cara.
Esta noche de San Juan partiré y me despojaré de cualquier culpa. Iré a buscarla, esté donde esté.
El mar me susurra… Son ya las doce, él se encargará de concederme la felicidad eterna. Me sumerjo tranquilo.
Ahora mi cuerpo inerte baila al ritmo de las olas.
Me encontraré con ella de nuevo.
Podré contarle aliviado que ese ser despreciable no volverá a dañar a nadie.
Nunca más.