- Melchor, ¿has cogido las llaves?
- No, Baltasar, las iba a coger el otro.
- ¿Todavía sigues enfadado con Gaspar, Melchor?
- Él sigue enfadado conmigo, aún no me creo cómo pudo dudar de mi última visión. Es inadmisible.
- Hay que saber perdonar. A veces la fe es complicada si no hay una señal.
- Y ahora que hablamos de este, perdón, Gaspar, ¿donde está?
A lo lejos se ve una mancha, casi inapreciable. Los gritos se adueñan del ambiente y los granos de arena se mueven de una duna a otra.
- Amigos, ¡esperadme! Que he tenido que volver a por los regalos. ¿No os habíais dado cuenta de que solo habéis cogido el artefacto ese nuevo?
- Se llama compás, Gaspar, y sirve para trazar círculos exactos.
- Y, ¿para qué lo vamos a utilizar?
- Para jugar al tres en raya.
- Olvidaba que eso es más importante que llevarle al Mesías el incienso, la mirra, el oro y la nueva visión de Melchor.
Los viajes dan para tanto, al menos los transdesérticos, que Melchor y Gaspar una noche, a la luz de una hoguera circular —cosas del compás, ya sabéis— hablaron sobre la última visión de Melchor y los errores de su amigo al no creerle.
- La amistad es el entendimiento cabal, la confianza rápida y larga memoria. En definitiva, ¡felicidad!
- No conocía esa cita, Melchor, pero lo siento mucho.
- Yo tampoco, intuyo que en unos siglos conoceremos la autoría de la cita. Te perdono.
Y así, entre disculpas y olvidos, los Reyes llegaron a Jerusalén para encontrarse con el elegido.
Era una fría noche, blanca, el color de la pureza, de la nieve y de la felicidad que en el ambiente reinaba. Había tensión, eso sí. Los últimos minutos estaban siendo complicados en el portal. Herodes merodeaba por la zona y San José tuvo que poner seguridad privada por la zona. Solo de esta forma pudieron entrar los pastores, los vecinos y tres señores raros montados en camello.
El incienso, el oro y la mirra fueron por fin depositados a los pies del elegido. Fue entonces cuando Melchor se aproximó al ángel Gabriel y le pidió acercarse al Mesías.
¡Concedido!
- Señor, escúcheme bien, dentro de unos años tendrá que descender de nuevo y alumbrar a una persona. No le puedo decir quién es pero sí le puedo dar pistas. Habrá un señor llamado Daniel, jugando a un deporte llamado fútbol, con un balón en los pies, que centrará y pondrá el esférico en el interior de un área. Allí estará Marco, que rozará el cuero. Tendrá que erigirse usted en la siguiente persona que participa en la jugada. Lo reconocerá. Es brasileño y desatará una alegría infinita en Madrid.
Y recuerde, Siempre nos quedará París. Perdón, Jerusalén. 🤍

Me ha encantado compañero!
Saludos Insurgentes
Un abrazo enorme compañero!
Saludos Insurgentes.
Un saludo.