Me remuevo incomoda en lo que pienso que es mi cama, cuando me enderezo y me desperezo me hacen falta un par de parpadeos para darme cuenta de que no estoy en mi cama, ni siquiera en mi habitación, sino en la estación de tren, pero ayer también estaba aquí. No hay ni un alma alrededor, no sé lo que ha pasado...
Cuando ya estoy más despierta veo el reloj de mi muñeca que marca que son tan solo las cinco de la mañana. Suspiro antes de buscar mi teléfono en los bolsillos de mi pantalón, cuando lo encuentro me pongo los auriculares y me vuelvo a acomodar en el banco, que ya no me parece tan cómodo...
Esperar hizo que me desesperara. Y a la media hora de estar despierta con la musica y mirando el techo de la estación me volví a levantar, no iba a estar ni un minuto más quieta. Cogí mis cosas del suelo y colgándomelas a la espalda camine hacía cualquier lado. Mis huesos estaban entumecidos y mi espalda se quejo de dolor al ponerle algo de peso.
Camine por la estación sin ningún rumbo, dejándome llevar por el ritmo que ponía Alexander Ryback a esta mañana tan rara. Cada rasgueo de su ukulele me decía que hacer en el momento, si ir a un escaparate o quedarme en medio sin nadie que me mirara , estaba sola y el lugar por unos minutos era mío, y nada de lo que hiciera o dijera sería juzgado.
Buen relato, me ha gustado.
Saludos Insurgentes