Chilworth, 23 de mayo de 1816.
Adorada hermana,
ya llevamos juntos cuatro días en esta posada campestre, y aunque hemos tenido apasionados momentos, hay una cosa que me desvela y de la que necesito hacerte partícipe.
Escribo esta carta la ultima noche que pasaremos aquí y frente a mí se muestra un plomizo atardecer que hace juego con el desasosiego que reina en mis entrañas. George me decía ayer que el mal tiempo que reina en estos días en Inglaterra se debe a la explosión de un volcán, hace aproximadamente un año, en una isla de Indonesia. Un amigo de Cambridge, versado en ciencias en esa universidad, le ha informado de ello y augura que en los próximos años no tendremos veranos como los conocemos.
George esta apesadumbrado, se encuentra muy afectado por todos los problemas que le acucian y eso se refleja en nuestra relación. Anoche, sin ir mas lejos, me dijo que nunca formaré parte de su vida.
En el fondo de mi alma estoy convencida de que son los fantasmas que le rondan y el miedo a verme en afectada por sus problemas quienes guían estas palabras.
Necesito ahora pedirte un favor, hermana mía: George está organizando pasar este verano en Suiza. Piensa alquilar una villa cercana al lago Ginebra e invitara a varios escritores y artistas como él. En alguna ocasión lo he visto garabateando en esa lista y por ello sé que tanto tú como tu esposo seréis invitados.
A pesar de que pudiera no ser de vuestro agrado ese viaje, os ruego que aceptéis y que pueda de ese modo yo acompañaros.
Algo me dice que será un verano que todos recordaremos en el futuro.
Rogando trasmitas mis afectuosos saludos a Percy, se despide tu hermana que te añora, Jane.