El sol sale de nuevo tras el fin del mundo. Mi sol tiene forma de mujer, de superviviente. Es una espada forjada en el yunque despiadado del apocalipsis.
-Tan bella como el primer día.
Elba menea la cabeza. Su cresta roja, único atisbo de cabello brilla con el incandescente magenta que le arranca a martillazos el sanguinario sol postnuclear.
-¿Cómo te ha ido?
Gruñe, el sonido ambiguo y semi-amenazante más bello del mundo. A juzgar por su moreno sembrado de cicatrices y tatuajes inflamados, su musculatura férreamente esculpida y la mirada de hierro clavada en su rostro, parece que bien. Su aspecto cuenta una historia de superación, de lucha. Los huecos en su dentadura, los pendientes de hueso, los cabellos pegados al extremo curvo de su garfio... prueban que el fin del mundo no ha podido con ella.
-Me alegro mucho. Yo estuve en un búnker. Años bajo tierra con un montón de burócratas chupatintas y su ejército de relaciones públicas reconvertidos en criados.
¿Es eso una sonrisa? Puede ser. Elba nunca fue mi expresiva, ni siquiera antes de tener ese agujero en la mejilla a través del cual se le ve el interior de la boca.
-Sí, como te lo cuento. Al menos ya podemos salir. Oye, me gusta tu... -Señalo la cabeza de perro clavada en un palo que lleva al hombro-. Modas, ¿verdad? Nunca te dejaste llevar por...
De repente, el estómago de Elba ruge. Le ofrezco unas galletitas rancias que guardaba para este momento, pero ella solo tiene ojos para mí. Me mira de arriba abajo y se encoge de hombros. Entonces saca de un bolsillo algo parecido a un tenedor y avanza hacia mí con el garfio en alto.
-¿Elba?
Mierda. Ya me dijeron que siempre es decepcionante encontrarse con tu novia online.
Nunca te fíes de nadie sin conocerlo personalmente...je,je,je.
Saludos Insurgentes