Desde donde estaban, se alcanzaba a ver el fuego que, paulatinamente, se extendía con la violencia del aire. Junto con el fuego se escuchaban gritos de guerra, de personas que se abalanzaban sobre otras con la fugaz esperanza de permanecer con vida. Tampoco faltaban gritos ahogados de miedo, los de aquellos que gastaban sus últimas energías huyendo hacia los bosques.Era como si el final de los tiempos hubiese llegado sin previo aviso. A los gritos y a las llamas se sumaba algo más: masacre. Una masacre tan extendida que se podía respirar desde cualquier rincón de la aldea. Personas inertes que yacían en el suelo; rellanos y casas destrozadas hasta el último cimiento; y animales atemorizados cuyas miradas se asemejaban a una gacela a punto de ser devorada por un león hambriento.Sin embargo, se puede decir que ellos tuvieron suerte en aquella trágica escena. Consiguieron avanzar por la ladera de la colina agazapados, sin que nadie se percatara de ello. Los tres se dirigían a la cumbre a toda prisa, enredándose con todo lo que se topaban por el camino: desde rocas puntiagudas que les hacían tropezar, hasta ramas como huesudos brazos que trataban de impedir su paso arañando sus pieles.Una vez llegaron a lo alto, se estremecieron. Sabían perfectamente que lo más devastador no eran los gritos, sino la ausencia de ellos. Las voces de tantos que se perdían entre la multitud y no regresaban jamás a sus dueños.Debían irse antes de que se agotara el tiempo y no tenía pensado abandonarlo a su muerte. Sin embargo, él seguía insistiendo:-Adelántate. Iré con vosotros en cuanto esto termine.Se perdió entre la maleza antes de que ella pudiera replicar y, sin saberlo, sus ojos despidieron al que había sido su primer y único amor.
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Luciag
Autodescribirme nunca ha sido mi punto fuerte, asi que me dispongo a hacer una breve sinopsis sobre…
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Miembro desde hace 3 años. 7 historias publicadas.