00:56. Era la primera vez que Jane perdía el último tren. Seguramente sería también la última. Nunca se había vuelto a ver a alguien que permaneciese en la estación N-232 tras el cierre de líneas.
Siguiendo los pasos de su psicóloga, Jane respiró hondo hasta que las ideas dejaron de atropellarse en su cabeza. Ya calmada observó sus cuatro costados. Frente a ella quedaban las vías. En el resto de direcciones se repartían tres puertas de salida. Las recorrió con la mirada hasta clavarla en la de su izquierda.
Tras ella, Jane comenzó a oír unas risas tímidas. Continuó escuchándolas hasta que se convirtieron en súplicas. Una niña pedía perdón entre llantos. Bloqueada, Jane corrió hacia la siguiente puerta cuando le sorprendieron las voces de dos hombres: ‘¿Has visto cómo presume de la boda?’ preguntaba uno entre risas. ‘Si le ha puesto los cuernos hasta con la becaria’ continuaba el otro. Jane perdió el control de su respiración. Esta vez ninguno de los trucos de su psicóloga parecía surtir efecto.
Antes de que pudiese reaccionar, una multitud de sollozos procedentes de la tercera puerta se entremezclaban con expresiones como ‘en vida o ‘junto a nuestro señor’. Animada por el pánico y el desconcierto, Jane trató de descifrar la situación. Lo que encontró provocó que los desbocados latidos de su corazón se extendiesen por el resto de su cuerpo. Uno de los llantos era de su madre.
Ya no quedaban puertas a las que acudir, pero todavía tenía una salida. Corrió hacia las vías cuando una cuarta voz le interrumpió: ’Final del trayecto en la próxima parada’ la grabación metálica del tren le sonó más cálida que nunca. ’Vaya, me he quedado dormida’ dijo Jane para sí misma mientras miraba el reloj que marcaba las 00:56.
Saludos Insurgentes