«Realidad dura»

Nunca le he dado tanta razón a mi madre como ahora. En estos momentos en que les he perdido a todos, la voz de mi madre resuena en mi cabeza, Aria, lo que no te mata te hace más fuerte.
Me encuentro delante del que había sido mi hermano, convertido en un ¿hombre cabra? Ni siquiera se lo que es. Sé que debo matarlo, es lo que me pidió antes de convertirse totalmente, pero es mi hermano, no puedo.
Dejo caer el arma, y cierro los ojos esperando su ataque, cuando escucho que grita de dolor. Abro los ojos, y no puedo evitar sorprenderme, al ver de quién se trata.
- ¿Darío? Escuché que te habías convertido, y que te habían matado.
- Sabes que no soy tan débil como para dejar que me conviertan. Perdón por no haber llegado a tiempo, Aria.
Solo puedo reír y llorar al mismo tiempo. Tengo unas ganas inmensas de correr a abrazarlo, pero mis piernas simplemente no me obedecen. Trato de moverme de nuevo, pero mis piernas no aguantan mi peso, y cuando estoy a punto de caer, Darío, me agarra de la cintura con su brazo libre.
Escondo mi rostro en su pecho, y lloro con más fuerza y rabia, todo aquello que había aguantado por mi hermano pequeño, pero él ahora ya no está.
- Al menos he llegado a tiempo para salvarte a ti.
- Lo siento, nos acabamos de reencontrar y yo... Menuda novia más llorona te has conseguido, eh.
- Que tonterías estás diciendo, sé mejor que nadie, que eres más valiente y fuerte que yo. Además, sabes que siempre me ha gustado ver a mi hermosa novia llorar. - ríe besándome la frente.
- Eres un sádico, ¿sabías?
- Así me amas.
Nos besamos, no sé que vendrá pero a su lado será más fácil.