N. de la Flor Ruiz

«Bajo el sol de Sarigua»

463 palabras
3 minutos
7 lecturas
Cuenta una historia desconocida de un personaje extraído de la obra de Vázquez Figueroa
Desierto de Sarigua y mucho calor. Mi hocico jadeante y mi garganta seca necesitan agua, pero no puedo  permitir que se me escape. El hombre quiere huir de mí, pero no puede. Él también está cansado y árido como este desierto. No puedo dejarle escapar. Mi amo me lo ordenó claramente antes de morir y debo cumplir con su última palabra. Por él, debo hacerlo. Por mi lealtad, pues no he conocido otra cosa en mi vida de perro. ¿No es eso lo que se espera de nosotros?
Nunca me había planteado qué clase de persona era mi amo. Yo lo tenía todo: agua, comida, adiestramiento y formación de alto nivel, y un colchón donde dormir. Perro acomodado, vigilante y alerta siempre para que aquellos descarriados de la prisión se comportaran como debían. Bien. Sin barullos, fugas o motines. Y aquí estamos ahora ese hombre y yo. El reo que asesinó a mi humano y el cánido que debe hacer lo propio con él.
Pero no sé. Bajo este sol que nos consume con sus rayos, tras tantos días de persecución, nos estamos dando una tregua. Sabe que no puede escapar en este páramo abierto, sin ningún lugar dónde esconderse. El horizonte es seco y baldío. Quedó atrás aquel río que nos mantuvo separados y que cuando estrechó, pude saltar sin miedo a ser llevado por la corriente. Pero justo ahora, que podría acabar con su vida mordiéndole la vena del cuello, yugular la llaman, estoy demasiado cansado.
Nos miramos a los ojos y sostenemos la mirada. En ambos rostros hay tregua, un alto al juego de la persecución.
El hombre se acerca y me acaricia el lomo y la cabeza, y yo me dejo. Me reconforta y apacigua. Es algo que no había sentido jamás. Mi dueño, en la vida me tocó con este sentimiento. Siempre con órdenes duras y secas, y algún que otro golpe de porra si no obedecía a la primera. De aquella manera aprendí a ser un perro servicial y fiero porque por nada del mundo, quería recibir otro golpe más.
Y aquí me hallo con el hombre que mató a mi dueño y se fugó de la prisión.
Él es libre. Quizá lo soy también yo...
Y si soy libre, no me debo al muerto. Y si soy libre, puedo ser acariciado, querido, valorado.
Y si soy libre, yo decido que no quiero matar a este hombre que me trata con respeto y sin saberlo, me ha liberado también de aquel carcelero.

* Historia basada en el libro de Alberto Vázquez Figueroa "El perro" de 1976.
** Documentándome para este resto, he tenido el honor de saber que el señor Vázquez Figueroa y yo, nacimos el día 11 de octubre pero con una diferencia de 39 años. Bonita casualidad.
N. de la Flor Ruiz
https://conzetadezombi.blogspot.com/N. de la Flor Ruiz, Lérida 1975.  Libra con ascendente…
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Pepa Hernández
11 abr, 09:29 h
Bonita historia y además con sentimientos encontrados.
Saludos
N. de la Flor Ruiz
11 abr, 09:50 h
Muchas gracias, Pepa 😊
elinsurgentecalleja
12 abr, 00:30 h
Me encantan las historias en las que el narrador es un animal!!
Me ha encantado Noelia!!
Saludos Insurgentes
N. de la Flor Ruiz
12 abr, 07:20 h
Gracias Insurgente 😊
A mi también me gusta mucho este tipo de narrador.
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